Ambientada en el Hollywood de finales de los años 20, The Artist es la película premiada en 2011 que narra la entrada del sonido en la escena cinematográfica. Estamos en 1927, una época en la que el cine mudo está a punto de extinguirse y se proyectan en los cines las películas de Alan Crosland Don Juan, una película sonora pero no hablada, y El cantante de jazz, la primera película hablada de la Historia.
Como cuenta la película, la transición a una nueva forma de concebir el cine fue todo menos sencilla: el protagonista es una estrella del cine mudo que choca con la llegada del sonido, oponiéndose a las nuevas exigencias del público. De hecho, los actores, hasta entonces ligados a un lenguaje gestual expresivo, tenían dificultades para entender el potencial del sonido. Un ejemplo de ello es la escena de la pesadilla del protagonista tras negarse a actuar en una película sonora: en el sueño, se oyen los sonidos más comunes (un vaso sobre la mesa, un perro ladrando, una silla volcándose…) mientras que de la boca del actor que grita no sale ninguna voz, casi como para mostrar su incapacidad de relacionarse con el cine de los tiempos modernos.
Este rechazo histórico al desembarco del sonido también fue explorado por Charlie Chaplin. En Tiempos modernos, Chaplin utiliza el sonido sincrónico de forma casi paródica para dar relevancia solo a los ruidos de la fábrica y a la voz del maestro. No fue hasta 1940 cuando realizó El gran dictador, una película hablada, pero todavía fuertemente ligada a la gestualidad del cine mudo.
Como curiosidad, son varios los historiadores de cine que se cuestionan el concepto de “cine mudo”. Y es que el cine de los orígenes no era tan silencioso… ya entonces las proyecciones se acompañaban de música en directo y efectos sonoros para un mayor rendimiento expresivo y narrativo. El teórico francés Michel Chion prefería hablar de un espectador sordo y no tanto de un cine mudo, puesto que, como defendía el propio Chion, en las películas de esta época, los personajes hablaban (y mucho) pero eran los espectadores los que no podían escuchar lo que decían.