En una noche del año 1713, al compositor italiano Giuseppe Tartini se le apareció el diablo en sueños. El ángel caído se ofreció como sirviente y el músico le pidió, desafiante, que le tocara una melodía romántica con su violín. Para sorpresa de Tartini, el diablo interpretó en ese momento una sonata tan sumamente bella que dejó sin respiración al músico y le hizo despertar. Inmediatamente, cogió su instrumento y trató de retener las notas que había escuchado en el sueño. El resultado no fue exactamente el mismo, pero, aun así, Tartini se refirió a esa composición como la mejor que había interpretado nunca. Esa es la leyenda detrás de El trino del diablo, una sonata para violín en sol menor conocida por el virtuosismo que exige interpretarla.