El estudio de Amplifon Copying with noise, sobre los efectos del ruido explica que cada persona, influenciada por diferentes factores, reacciona de forma diferente y subjetiva al mismo estímulo sonoro, tolerando o no tolerando su intensidad. El estudio es el resultado de una investigación realizada entre 8.800 personas en 11 países y buscaba la correlación entre el ruido al que estamos expuestos y las consecuencias sobre nuestro bienestar general, tanto físico como psicológico.
El contexto en el que vivimos y nuestras expectativas sobre la ecología acústica de nuestro hábitat tienen un efecto sustancial en nuestra percepción personal y colectiva del ruido. Por ejemplo, un operario aéreo puede tolerar el ruido de los aviones más fácilmente que alguien que vive cerca de un aeropuerto. Para los primeros, el ruido forma parte de su trabajo y por lo tanto tiene un significado neutro, mientras que los segundos asocian la misma fuente de sonido a la falta de sueño y descanso, una connotación negativa que lo hace menos tolerable.
Lo mismo ocurre en las grandes ciudades. Los habitantes de Nueva York y Madrid se consideran más o menos satisfechos con el entorno en el que viven, a pesar de estar expuestos a más ruido que en otras grandes ciudades. Esto se debe a que tienen una expectativa muy baja del silencio y, al igual que el operario aéreo, consideran el ruido como una parte integral y característica distintiva de su entorno. Cuando, pese a condiciones objetivamente negativas, el individuo se considera satisfecho por el contexto en el que vive, hablamos del fenómeno de la adaptación.
Este tipo de respuesta, profundamente humana, no está exenta de consecuencias negativas a medio y largo plazo. Los niveles de contaminación acústica en las ciudades son responsables de innumerables efectos sobre el bienestar psicofísico de los individuos. Unos efectos asociados a trastornos como la irritabilidad y el nerviosismo, el insomnio, la dificultad de concentración o las jaquecas.